Entrevistamos a Isolina Raña, ganadera de leche de Xesteda, una parroquia gallega del municipio de Cerceda, socia de CLUN (Cooperativas Lácteas Unidas), agripooler de Acodea y una de las fundadoras del grupo Mulleres de Seu, un colectivo formado por más de 150 socias que trabaja para promover el empoderamiento femenino, dignificando su papel en el rural.
Isolina Raña se siente, ante todo, orgullosa de ser una ganadera profesional, “por vocación y tradición familiar”. Lleva ya más de 20 años al frente de la explotación y no cambiaría ni una línea de su biografía: “Me gusta ser ganadera y no me arrepiento de haberme quedado a ayudar a mis padres cuando terminé los estudios. Es una profesión en la que vives en contacto permanente con la naturaleza y muy gratificante”, asegura.
Donde muchos ven solo problemas, ella ve oportunidades para caminar hacia una ganadería cada vez más sostenible. Su explotación está certificada en bienestar animal y sus vacas pastan en el prado siempre que las condiciones climáticas lo permiten. Ella misma se describe como una ganadera del siglo XXI, “el siglo en que las mujeres luchamos para que la igualdad real se equipare a la igualdad legal”, apostilla.
Su compromiso con el sector y el mundo cooperativo la ha llevado a implicarse en varios frentes. Todos ellos giran en torno a una ganadería con futuro y a un medio rural con oportunidades. Aunque no le suelen llegar las horas del día para todas las actividades que se plantea, siempre le queda tiempo para “trabajar en contra de los estigmas de la ganadería y por la sostenibilidad, que debe ser el camino que tomemos porque aumenta la rentabilidad y es garante de que podamos existir en el futuro”.
“Se señala a los ganaderos como los causantes del cambio climático por las emisiones de gases, y también de un trato incorrecto a los animales. Ni lo uno ni lo otro es cierto, los ganaderos hemos hecho un enorme esfuerzo para mejorar nuestras ganaderías, y eso es lo que debe apoyarse”, destaca.
Por otro lado, Isolina Raña considera que se debería cambiar el enfoque con el que se aborda la eficiencia de los recursos. Y señala el caso del purín como otro factor por el que se estigmatiza a los ganaderos. “No es un residuo y un contaminante, es un recurso, una materia prima ya que con ello fertilizamos los campos. Para nosotros los ganaderos significa poder dar sustento a nuestras tierras para obtener los cultivos y así poder alimentar a nuestras vacas. De hecho, podría ser un gran ejemplo de economía circular y verde ya que nos permitiría producir biogás y no tener una dependencia tan grande de fuentes de energía externas, lo que implica ahorro y sostenibilidad”.
Una fuerte conexión con el mundo cooperativo
“La granja es mi trabajo, en ella está mi entorno familiar, el afecto más íntimo y mi modo de vida”, explica Isolina. Pero más allá de este día a día en el que no siempre es fácil compaginar el horario de ordeño, el de la siembra, la siega, la visita de los técnicos, el ensilado y las gestiones burocráticas y administrativas que cada vez son más numerosas, siempre quiso “estar ahí donde suceden las cosas”.
“Ya mi padre era socio de la cooperativa Feiraco y pronto comencé a acudir a las asambleas, cursos, reuniones… Aprendí mucho de economía social y cooperativismo, llegando a compatibilizar las jornadas como ganadera con ser consejera de Feiraco durante siete años”. Fue en ese momento cuando se implicó en la creación de “Mulleres de Seu” como socia fundadora con “el objetivo de visibilizar a las mujeres ganaderas y ayudar a las que empiezan en su formación y participación, trabajando para que el papel de las mujeres en la cooperativa refleje la realidad social”.
A partir de ahí hizo suya la pasión por comprometerse y por contribuir a “la construcción de un futuro bueno para todos”. Reconoce también que se han atravesado tiempos difíciles en los que todo parecía derrumbarse: “De ser alrededor de 100.000 explotaciones lácteas hemos pasado apenas a 6.000. A pesar de los obstáculos, conseguimos mejorar la eficiencia, la productividad de las tierras, la calidad y rendimiento de las producciones y con ello lograr un tamaño de granja manejable y rentable”.
“Soy una firme defensora del modelo cooperativo como un modelo sostenible, equitativo y que fija la población en el rural defendiendo siempre la actividad y calidad de vida de sus socios y el entorno en que está enmarcada. Las cooperativas son de, por, y para sus socios”, recalca.
Cooperativismo que traspasa fronteras: experiencia como agripooler en América Latina
De su experiencia y de su compromiso con el mundo cooperativo, en 2016 surgió la oportunidad compartir lo aprendido de la mano de Acodea, la primera agri-agencia española de cooperación internacional de habla hispana, que le invitó a compartir sus conocimientos con ganaderos y agricultores de América Latina.
“Es una actividad apasionante y muy enriquecedora. Me especialicé en gobernanza y recibo a grupos que vienen a conocer nuestros métodos. Tras mis experiencias en misiones y giras de estudio con organizaciones agrarias de Sudamérica, en 2019 me concedieron el honor de ser ‘agripooler del año’ y, desde 2021, de ser embajadora de la organización”, relata.
Pero la vocación por aportar de Isolina no acaba aquí, y ya está pensando en próximos pasos para generar nuevas oportunidades allí donde más se necesitan: “Mis compañeros de América Latina me demandaron formación especializada para culminar la formación de técnicos y profesionales y lancé la idea de un máster conjunto entre la Universidad de Santiago, Acodea, y la agencia internacional Agriterra”.
Visión de futuro
Si hay algo que queda claro charlando con Isolina es que su trabajo le apasiona y siempre está buscando formas de mejorar. Uno de los logros que destaca de su explotación es haber alcanzado la certificación en bienestar animal con la segunda puntuación más alta de CLUN, una cooperativa que cuenta con 3.000 socios de los que en torno al 45% son mujeres. “Es una recompensa al esfuerzo realizado”, resume. Por otro lado, hace unos meses instaló en su explotación placas fotovoltaicas y ahora también sus correspondientes baterías para así hacer frente a un “precio de la energía insostenible”.
Una de sus preocupaciones es precisamente las consecuencias del conflicto en Ucrania. Para Isolina, lo trepidante del contexto en el que vivimos no debería impedir que pensemos en el modelo de ganadería que queremos. “En momentos tan convulsos deberíamos pararnos a reflexionar hacia dónde vamos. Con la pandemia, nos dimos cuenta de la importancia de la autonomía alimentaria. Ahora, con la guerra, la amenaza es la escasez de cereales que afectará principalmente a Europa, además de los costes de la energía”, reflexiona.
En medio de esta situación, reivindica también el papel de las mujeres rurales. “No cabe ninguna duda que hay más servicios y oportunidades en las ciudades, además de los prejuicios que hemos sufrido durante años. Sin mujeres el rural se muere, así que creo que se deben realizar acciones que mitiguen las carencias e intentar dotar al rural de servicios que puedan hacer frente al despoblamiento rural y mejorar nuestra calidad de vida”.
En este sentido, reconoce que cuantas más actividades lleva a cabo, más necesidades descubre. La penúltima iniciativa en la que se ha embarcado es la fundación de la Federación de Ganaderas Españolas Somos Tierra, de la que es vicepresidenta. “Queremos sumar objetivos comunes como mujeres que quieren realizarse y dirigir sus vidas”, señala.
Isolina desborda energía y ante todo se mantiene optimista: “Estamos en un momento de muchos cambios, por exigencias europeas y de los propios mercados, pero los ganaderos tenemos una capacidad de adaptación asombrosa y conseguiremos salir reforzados, tenemos que tomarnos estos tiempos con mucha resiliencia y seguir demostrando que somos un sector necesario y cada vez más sostenible”.
Es por ello que lleva por bandera el lema de que “soñar un futuro diferente es el primer paso para poder cambiarlo”. Por eso defiende que hay que aprovechar cada reto “para ser más eficientes aún, promover la gestión integral de los residuos, la transición energética a las energías renovables, fomentar la economía circular, digitalizar nuestras granjas”. En definitiva, “para caminar hacia un mundo más sostenible que podamos entregar a nuestros y vuestros hijos”.
Para cerrar la entrevista, le preguntamos cuál ha sido su mayor logro. “Alguien dijo una vez que la felicidad se mide en el grado en que nos sentimos útiles a los demás. Es muy grato poder trabajar, colaborar o promover acciones que contribuyan a cambiar las cosas”, responde. Constancia, consciencia y compromiso son los valores que la impulsan. “Aquí seguiremos, ayudando a construir un mundo mejor con nuestro grano de arena. Un mundo mejor para las mujeres y para todos”, concluye.