Montse Fernández (Campoastur): “Falta patriotismo a la hora de llenar el cesto de la compra en España”

Además de ganadera, es concejal en su ayuntamiento y presidenta de dos asociaciones de mujeres. Montse Fernández Álvarez, socia de Campoastur, es de la opinión de que siempre se puede hacer un poco más por la defensa y revalorización del medio rural. Prueba de ello es que siempre está dispuesta a ir un paso más lejos: su ganadería de leche se transformó en ecológica en 2018, aumentando la rentabilidad para su explotación.

En el caso de Montse Fernández Álvarez la vocación ganadera llegó para sorpresa de su familia y hasta para sí misma: “Podríamos decir que soy ganadera por amor. Me casé muy joven y me vine a vivir a un pueblo del concejo de Tineo. Antes de eso, había vivido siempre en la ciudad de Gijón, pero al jubilarse mis suegros cogí las riendas de la ganadería, ya que mi marido ya trabajaba fuera como controlador lechero”.

Reconoce que los comienzos fueron duros porque había mucho que aprender. En este contexto, su aproximación al mundo cooperativo no tardó en producirse: “Al poco de incorporarme a la explotación, en el año 1996, decidimos hacernos socios de la cooperativa Campoastur; fuimos los primeros en nuestra parroquia. Por cercanía, por la calidad de sus piensos y por los servicios ofertados, consideramos que era una buena opción para nuestra ganadería. De hecho, llevamos comprando el pienso a través de la cooperativa desde entonces y ya van 25 años”.

Respecto a la labor de Delagro y Campoastur, lo que más valora es su capacidad “para contener las subidas de precio y tener miras a largo plazo, asesorándonos y prestándonos servicios de gran ayuda como el de sustitución; además saben escuchar nuestras necesidades”. Destaca también como uno de los grandes logros de Campoastur el haber conseguido “aunar la mayoría de las cooperativas asturianas en una sola y poner a disposición de los socios los mismos servicios en una zona de Asturias que en otra”.

Remando en este mismo sentido de generar oportunidades en el medio rural, Montse también aporta su granito de arena desde que dio el paso de convertirse en concejal en el Ayuntamiento de Tineo en 2015. “Considero que la política en los núcleos rurales debe servir para estar más cerca de los habitantes y solucionar las dificultades del día a día. El objetivo es que un habitante de un pueblo tenga los mismos servicios que el de una ciudad. En un municipio pequeño donde todo el mundo se conoce es muy satisfactorio poder ayudar los propios vecinos en cualquier necesidad que tengan, bien sea solicitar la reparación de un camino o aclarar algún trámite”, detalla.

Vivir en el pueblo es sacrificado, pero sus ventajas “no se pagan con dinero”

Eso sí, para poder compatibilizar su actividad política y su trabajo diario al frente de su ganadería de leche, además de pasión por ambas facetas, contar con el apoyo de la familia es crucial. “Puedo desarrollar estas responsabilidades gracias al buen equipo que formamos en casa. Hace falta echar horas: en la cuadra, en médicos, extraescolares, tareas domésticas… Es fundamental el apoyo de la familia, así que mi marido cuando llega a casa después de su jornada laboral tiene tareas esperándole, ¡como ocurre en todas las casas de pueblo! En la ganadería cuento con la ayuda de mi hijo mayor, que se incorporó en 2019”.

Pese a la exigente dedicación que requiere, tiene claro que no cambiaría su forma de vida por un trabajo de 9 a 6. “Para mí vivir en el pueblo es libertad: libertad de horarios, capacidad para organizar mi propio trabajo… En una empresa no puedes disponer del tiempo como a ti te venga mejor, en mi trabajo sí. Entiendo que puede haber personas a quienes se les haga muy duro la falta de descanso, no tener días libres, la poca rentabilidad. Hay que valorar el conjunto completo”.

De esta forma, y pese a haber crecido en una ciudad, se ha convertido en una gran defensora de la calidad de vida en el medio rural: “No cambio la tranquilidad de vivir en el pueblo por nada del mundo. Respirar aire puro, escuchar cantar a los pájaros en la mañana, es un lujo que no está al alcance de todo el mundo y que no se paga con dinero. Creo que la calidad de vida que se disfruta en el campo hace más llevaderos los sacrificios que implica en ciertos aspectos”.

Respecto a los retos de formar una familia en el medio rural, señala: “La vida aquí para una mujer es difícil. No voy a decir que para los hombres sea fácil porque tampoco lo es. En mi experiencia personal, lo que puedo corroborar es que es muy sacrificado tener un proyecto de familia y laboral a la vez en este entorno. Las mujeres culturalmente en España tenemos unos roles que, en el medio rural, siguen muy vivos, aunque afortunadamente, las responsabilidades hoy día se comparten con la pareja”.
Y para explicarlo pone un ejemplo concreto: “Un verano cualquiera, con hierba o silo, niños, personas mayores, ganado, colegios, etcétera, se hace cuesta arriba. Evidentemente los trabajos hay que hacerlos en los pocos días que hace sol. Para que uno esté en la finca haciendo silo, alguno tiene que quedar en la ganadería y hacerse cargo del ordeño, de sacar los animales al pasto y de las responsabilidades de la casa, de los hijos… Se dobla el trabajo para el que se queda, pero el que está en la finca tiene unos días de trabajo muy intensos también”.

“En nuestro caso, antes mi marido se encargaba de las labores de las fincas, ahora lo hace mi hijo ayudado por su padre y yo me encargo de la ganadería esos días. Se hace duro pero si te gusta tu trabajo, y la calidad de vida que se disfruta en el campo, el esfuerzo merece la pena”, añade.

“En Asturias las mujeres, aunque no aparecían en los papeles como propietarias, llevaban en muchos casos el peso de la ganadería. De hecho, cuando hay que hacer un trámite administrativo, llevar la contabilidad o acudir a un organismo oficial, quien suele hacerlo es la mujer de la familia”.

 

Las mujeres en el medio rural

Respecto a cómo ve el papel de las mujeres en la cooperativa, destaca el hecho de contar con una mujer como presidenta, aun cuando el número de mujeres propietarias o copropietarias en la cooperativa se quede lejos del 50%. “Que Mari Cruz Fernández sea nuestra presidenta creo que dice mucho del peso de las mujeres en Campoastur. En mi opinión, corrobora lo que ha pasado en Asturias, donde las mujeres, aunque no aparecían en los papeles como propietarias, llevaban en muchos casos el peso de la ganadería. De hecho, cuando hay que hacer un trámite administrativo, llevar la contabilidad o acudir a un organismo oficial, suele hacerlo la mujer de la familia”.

Por otro lado, fruto de su compromiso con la visibilidad de las mujeres en el medio rural, Montse aún tiene un hueco en su planificación semanal para dedicarle tiempo a dos asociaciones de mujeres. A nivel local, es presidenta de la Asociación de Mujeres de su parroquia, Cezures, y a nivel regional ejerce el mismo cargo en la delegación de Afammer (Asociación de familias y mujeres del medio rural) en Asturias.

“En el año 2015 se creó la Asociación de Mujeres de Cezures. Nacimos con el espíritu de dinamizar la parroquia, organizar actividades que nos permitan reunirnos y evitar que las mujeres nos quedemos aisladas en casa. Otro objetivo es el de restaurar la escuela pública que estaba cerrada desde el año 1990. Además, en el año 2019 me propusieron hacerme cargo de la delegación asturiana de Afammer, con implantación en España desde 1982. Nos movemos por toda Asturias, lo que nos permite conocer los problemas reales que las mujeres sufren en los pueblos. Recientemente hemos implantado una aplicación informática novedosa en Asturias que sirve para proteger e informar a todas las mujeres y también a las amenazadas o víctimas de violencia de género. Es importante entender que la violencia de género en muchos casos sigue siendo un tema tabú en el rural, donde pesa mucho el qué dirán”, explica.

Asegura que con su pequeña aportación, en tanto que ganadera, desde la política o desde las asociaciones de mujeres, quiere hacer ver que “se puede ayudar y trasladar las problemáticas que padece el medio rural a las diferentes administraciones. Se trata de contribuir a mejorar las condiciones de vida y de aportar a la sociedad. Puedes hacerlo ordeñando vacas y también solucionando los problemas de los vecinos”, aclara.

Esto es lo que trata de inculcarles a sus hijos, que ahora tienen 24 y 15 años. “Siempre les digo que estudien, que vayan fuera. Luego podrán regresar y aplicar aquí sus aprendizajes, así es como podremos generar cada vez más valor. El mayor ya hace unos años que decidió incorporarse a la explotación. Yo fui franca explicándole los obstáculos, pero demostró tenerlo claro y por ahora dice que está encantado”.

El paso a ganadería ecológica: “Ha merecido la pena”

Una de las características con las que Montse se define es la de ser aventurera: “Me gusta mirar siempre un poco más allá, valorar todas las posibilidades con visión de largo plazo”. Dicho en otras palabras, le interesa todo aquello que pueda aportar valor añadido a lo que se produce en el medio rural. Forma parte de su forma de entender y reivindicar su forma de vida y posiblemente tenga mucho que ver con la transformación de su ganadería de leche convencional en ecológica en el año 2018. Un cambio importante que con el tiempo ha resultado ser “muy positivo tanto para los animales como para nosotros y para la rentabilidad económica de la ganadería”.

Una de las dificultades que encontró para dar el paso fue la falta de información: “Es algo que no se promociona lo suficiente desde la administración. En nuestro caso el cambio a ecológico fue impulsado por una motivación personal y no por una ayuda, porque ya practicábamos el pastoreo en nuestra finca con anterioridad. Lo cierto es que cuando nos empezamos a plantear certificarnos, nos costó encontrar información, hasta que finalmente dimos con el COPAE (Consejo de la Producción Agraria Ecológica del Principado de Asturias), donde nos ayudaron a resolver todas las dudas. Lo que teníamos claro es que acumulábamos facturas de medicamentos y veterinarios, y que ahora esos gastos han desaparecido”, destaca.

Precisamente la incorporación de su hijo mayor a la ganadería, junto con ese espíritu aventurero que la caracteriza, fue lo que impulsó el paso final para transformar su ganadería en ecológica. “Había que empezar a pagar dos seguros, y con la producción convencional íbamos justos hasta para pagar el mío, así que el paso a ganadería ecológica fue acompañado de una ampliación del número de vacas y de la nave que las protege del frío y la lluvia”.

Asegura que el cambio ha merecido la pena y que los buenos resultados pueden comprobarse haciendo números. En la actualidad, cuentan con unas 45 vacas nodrizas y unas 70 cabezas de ganado en total que “producen 30.000 litros de leche al mes, o más”. “No hemos percibido ningún impacto negativo, más bien al contrario. Hemos mantenido e incluso mejorado la producción, con la diferencia de que recibimos más por nuestra leche, por lo tanto se ha incrementado la rentabilidad. Además, desde que la ganadería es ecológica, la tasa de reposición es mucho más baja, las vacas raramente enferman y son mucho más longevas”.

Sin embargo, Montse Álvarez considera que hace falta más pedagogía con el consumidor, para que entienda la diferencia de calidad de los productos ecológicos y lo que está en juego cuando elegimos un producto u otro. “Es importante que entendamos que la ganadería convencional y la ecológica son complementarias. Los alimentos que consumimos deben tener un precio asequible para los consumidores, pero siempre teniendo en cuenta que producir alimentos debe ser un negocio rentable para que el medio rural continúe vivo”.

Una pedagogía que también ve necesaria a la hora de mejorar la imagen del sector. “Todos podemos hacer algo por el prestigio del sector, y no necesariamente tenemos que hacerlo los ganaderos y agricultores de forma exclusiva. Creo que cada uno desde su posición puede aportar su granito de arena por la revalorización del campo”.

“Con la transformación en ganadería ecológica, hemos mantenido e incluso mejorado la producción, con la diferencia de que ahora recibimos más por nuestra leche. Además, la tasa de reposición es mucho más baja, las vacas raramente enferman y son mucho más longevas”.

Un sistema de precios que cubra los costes de producción

Respecto a su diagnóstico sobre la situación actual del sector, Montse detecta una deriva preocupante que se evidencia en la caída de la rentabilidad para los productores: “Hace años que el sector primario sufre pérdidas en la producción y que los ganaderos se endeudan para poder llegar a final de mes. Esto se traduce en cierres de ganaderías, escasez de productos básicos y encarecimiento del producto final”.

“A medio plazo, el futuro se ve negro ante los constantes incrementos del precio de la luz, los combustibles, el plástico, los fertilizantes, los piensos… Lo vemos con la inflación, la vida en general ha sufrido un tremendo encarecimiento. Ante esta situación las ganaderías nos sentimos desprotegidas, con muchos problemas para afrontar los altos costes de producción y sentimos una incertidumbre que no podemos solucionar mientras los costes de producción no sean cubiertos”.

Uno de los síntomas de esta situación es que, en ciertos casos, las ayudas de la PAC sirven para pagar facturas habituales de las ganaderías. “Esa no debería ser su finalidad, pero los bajos precios obtenidos por nuestras producciones en los últimos años han originado que muchas ganaderías tengan problemas de liquidez. Recuerdo que las primeras veces que se cobró la PAC, las ayudas se utilizaban para modernizarse, se invertía en instalaciones, maquinaria, en sembrar… Luego empezaron a concederse ayudas a personas que no viven realmente del sector primario y que lo utilizan como complemento a su trabajo; hubo una falta de control tremenda”.

Pese a esta coyuntura, a Montse le gusta mirar hacia el futuro con optimismo, pensando siempre en las posibilidades de generar valor añadido desde el propio sector. “A largo plazo, y como la esperanza es lo único que no se pierde, yo confío en que la situación del sector primario mejore, pero no a base de ayudas, que no son más que parches temporales, sino con un sistema de precios que realmente cubra los costes de producción, con un cumplimiento estricto de la Ley de la Cadena alimentaria que está aprobada en España y no se está aplicando”.

“No debemos olvidar que los alimentos que no se producen en España, se traen de fuera para poder alimentar al país, y que esos productos no soportan los altos estándares y controles de calidad y sanidad que soportamos los ganaderos y productores del sector primario español. Creo que falta más cultura de consumir producto español, aunque en ocasiones sea más caro, debemos tener claro que consumiéndolo creamos riqueza en el país. Falta patriotismo a la hora de llenar el cesto de la compra en España”, concluye.